martes, 21 de febrero de 2012

Me volví a acordar de ti…


Son las cuatro con quince minutos. Estoy en el salón de clases, escuchando hablar al maestro de literatura acerca de modismos en el lenguaje, ¡qué flojera!. Estaba a punto de quedarme dormido cuando, de nuevo, sí, de nuevo, asaltaste mi mente. Es algo que creo, he dejado de controlar. Quiero pensar que me pasa porque estando tú presente en mis pensamientos, estoy tranquilo, estoy bien, me siento completo. Perdón si te molesta que piense en ti, pero es mi manera de extrañarte.
Comencé a escribir sobre ti, otra vez. Quizás lo mereces, quizás no, sin embargo ya empecé y no quiero dejar de hacerlo.
Esos recuerdos tuyos logran que el tiempo pase muy rápido, que no se sienta, como si no existiera. Sé que ahí está porque alguien me pregunta la hora o porque alguien menciona que es tarde. Siento que el tiempo es nada, justo como cuando estaba junto a ti.
Faltan quince minutos para las cinco de la tarde. Sigues en mi cabeza.
Estando a tan pocos minutos de que termine la hora de clase, bostezo de manera involuntaria para tomar un poco de aire  y aguantar lo que (según yo) resta de clase, pareció como un último aliento. Para asegurarme de cuál es la siguiente materia saqué mi horario de la mochila y me di cuenta de algo fatal: ¡son dos horas de literatura!
El aburrimiento crece, lo bueno es que seguirás aquí, en mis pensamientos, y con eso tengo para aguantar.
Cinco y media. ¡Qué pronto han pasado noventa minutos!, lo supe porque Pablo me preguntó la hora. Una hora y treinta minutos de escuchar las extrañas historias del maestro. Estoy casi acostado en la butaca y el profesor se da cuenta, por lo que me llama la atención, -¡JOVEN!, si se va a acostar, sálgase mejor al patio, al pastito.-, de haberme dicho eso cuarenta minutos antes, gustoso lo hacía, pero mi flojera en ese momento era demasiada como para salirme del salón, sólo atiné a decir, -Sí, perdón.- y me senté correctamente.
Diez para las seis. El maestro decide retirarse y en el justo momento en que abre la puerta, entra una brisa de aire fresco que nos reanima para poder salir del salón. Ya afuera, vamos a tomar algo para recargar energías.
Vuelvo a la realidad. Te apartas de mis pensamientos por un rato porque estoy seguro de que volverás, pero me dejas tranquilo, ya que hoy me volví a acordar de ti…

Rodrigo

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