martes, 21 de febrero de 2012

Antes de decir te amo… lee esto


Ciertamente no hay un algoritmo para saber cuánto tiempo se necesita para enamorarse de una persona. Pero por amor a Chuck, nadie se enamora a las dos semanas de andar con alguien. Sepan, principalmente niñas de catorce años, que decirle a tu novio a las dos semanas de andar con él “te amo” es un delito federal y pueden ir al reclusorio para menores. Bueno, tal vez no pero sí es una total mentira, una irresponsabilidad, una inmadurez, una estupidez. Solo pónganse a pensar un poco, en dos semanas realmente cuánto puedes conocer a alguien, es decir, sabes qué le gusta comer, qué le gusta hacer, sabes que le gusta ver Barney y que todavía se saca los mocos a sus catorce años. El día en que eso signifique conocer a alguien verdaderamente entonces me enamoraré de todas y cada una de mis amigas y tal vez opte por la poligamia, de verdad. Ahora, no satisfechas con usar irresponsablemente tal palabra, también sufren intensamente cuando sus noviecitos las terminan y ya sienten que el mundo se les viene encima, lloran, hacen un drama y a la semana se enamoran nuevamente.

Pero bueno, dejando a un lado a las púberas ahora siguen los jóvenes. Los jóvenes que alcanzando ya un cierto nivel de madurez psicológica y emocional pensamos saber lo que es el amor, utilizamos dicha palabra con un poco más de responsabilidad. Aunque nunca falta el baboso o la babosa que a los dos meses ¡Puash! Ya se enamoró de su pareja.  Y no conforme con eso se quieren excusar diciendo: “Pues sé que  no hay un tiempo determinado para decir que ya me enamoré, pero yo sé que es amor de verdad”. Tan de verdad que terminan al mes de decir semejante barbaridad. Entiendan que tener sexo no significa que se aman, pero la verdad es que a esta edad ya se empieza a entender un poco más lo que es el amor pero igual ¡no chinguen! todavía falta.

En la edad adulta ya es más pensado cuando se utiliza dicha palabra y ya es casi verdad, aunque todavía falta, no mucho, pero falta. Es verdad que tu madurez mental y emocional ha llegado a un punto muy elevado, o por lo menos así debería ser, pero en esta edad todavía puedes tener tus aventurillas por ahí, por lo tanto si eres casado, no necesariamente significa que te quedarás con tu pareja por el resto de tus días. Porque estás a la orden del día, es decir tenemos por costumbre a caer en la rutina, del trabajo a la cama... y muchas veces solo para dormir. La vida se te va entre las manos en hacer todo tipo de labores para satisfacer las necesidades de alguien superior a ti o bien las pesadas labores del hogar, los hijos, la escuela; hasta el último momento te das cuenta de la persona con la que convives a diario, está tan cerca y a la vez tan lejos, no tienes ni el valor ni la fuerza para decirle te amo.

Y llegamos a los viejos, personas de la tercera edad, ancianos, los únicos que a mi parecer tienen permitido decir “te amo” con toda plenitud. Es decir, seguir con tu pareja después de tantos años de aguantarse mutuamente, después de perdonar toda estupidez, después de estar al borde de mandar todo al diablo, de haber formado una familia, aguantar los pedos del otro,  despertar y ver a tu pareja más arrugada que el pollo de KFC y seguir a su lado, pero no sólo eso, que a pesar del paso del tiempo te sigue sacando una sonrisa y a pesar de todo lo dicho con anterioridad pueda decirte “te amo”. 

Battery.

Me volví a acordar de ti…


Son las cuatro con quince minutos. Estoy en el salón de clases, escuchando hablar al maestro de literatura acerca de modismos en el lenguaje, ¡qué flojera!. Estaba a punto de quedarme dormido cuando, de nuevo, sí, de nuevo, asaltaste mi mente. Es algo que creo, he dejado de controlar. Quiero pensar que me pasa porque estando tú presente en mis pensamientos, estoy tranquilo, estoy bien, me siento completo. Perdón si te molesta que piense en ti, pero es mi manera de extrañarte.
Comencé a escribir sobre ti, otra vez. Quizás lo mereces, quizás no, sin embargo ya empecé y no quiero dejar de hacerlo.
Esos recuerdos tuyos logran que el tiempo pase muy rápido, que no se sienta, como si no existiera. Sé que ahí está porque alguien me pregunta la hora o porque alguien menciona que es tarde. Siento que el tiempo es nada, justo como cuando estaba junto a ti.
Faltan quince minutos para las cinco de la tarde. Sigues en mi cabeza.
Estando a tan pocos minutos de que termine la hora de clase, bostezo de manera involuntaria para tomar un poco de aire  y aguantar lo que (según yo) resta de clase, pareció como un último aliento. Para asegurarme de cuál es la siguiente materia saqué mi horario de la mochila y me di cuenta de algo fatal: ¡son dos horas de literatura!
El aburrimiento crece, lo bueno es que seguirás aquí, en mis pensamientos, y con eso tengo para aguantar.
Cinco y media. ¡Qué pronto han pasado noventa minutos!, lo supe porque Pablo me preguntó la hora. Una hora y treinta minutos de escuchar las extrañas historias del maestro. Estoy casi acostado en la butaca y el profesor se da cuenta, por lo que me llama la atención, -¡JOVEN!, si se va a acostar, sálgase mejor al patio, al pastito.-, de haberme dicho eso cuarenta minutos antes, gustoso lo hacía, pero mi flojera en ese momento era demasiada como para salirme del salón, sólo atiné a decir, -Sí, perdón.- y me senté correctamente.
Diez para las seis. El maestro decide retirarse y en el justo momento en que abre la puerta, entra una brisa de aire fresco que nos reanima para poder salir del salón. Ya afuera, vamos a tomar algo para recargar energías.
Vuelvo a la realidad. Te apartas de mis pensamientos por un rato porque estoy seguro de que volverás, pero me dejas tranquilo, ya que hoy me volví a acordar de ti…

Rodrigo

jueves, 16 de febrero de 2012

Amigos

Una serie de experiencias recientes me llevaron a abrir este blog y a dedicar mi primera entrada a los amigos. Los amigos, los cuates, los compas, los camaradas, la banda. Esas personas que siempre están ahí para compartir una chela contigo, que te sonsacan los martes para irte a pistear y aunque ni ganas tienes, terminan utilizando todo tipo de artimañas para convencerte y pues te convencen y no conforme con eso también te recordarán toda parte de tu vida que olvides por el alcohol y luego te dirán cosas como: "No mames wey, te pusiste bien pedo y empezaste a hablar en inglés wey y empezaste con tu 'No russians'" o "Wey, yo nada más volteo y ya estabas en el perreo intenso".

Esas personas que están dispuestas a probar nuevos 'preparados' contigo sin importar lo que pueda suceder al mezclar boost con charanda, que te dicen: "vamos a comprar tequila" y regresan con cuatro botellas de charanda y no queda de otra más que tomar lo que trajeron.

No obstante, los amigos no sólo son compañeros de pedas, también son cómplices en toda estupidez que hagas o digas, es decir, se reirán de toda idiotez que digas y no sólo eso, también te ayudarán a complementar dicha idiotez para hacer una mayor y reír aún más, así tipo: -Oye wey ¿te acuerdas de los billetes de diez pesos? ¿quién salía en ese billete? -No mames era Zapata ¿no? -No mames, era Porfirio Díaz. -No we, era Pancho Villa. -A la verga todo, era Hitler. -Nel we, era el Chicharito.

También con los amigos empiezas largas discusiones de cualquier cosa y terminas hablando de todo menos del tema inicial, ya que una cosa te lleva a otra. Como puede ser empezar a hablar de twitter y los ‘tuitstars’, lo que te lleva hablar de Maradona y terminas hablando del papel crucial de México en la segunda guerra mundial.

Ahora bien, los amigos no sólo van a estar para reírse contigo... o de ti, también estarán para compartir los momentos difíciles y ayudarte a pasar por ellos, para decirte: "we, vamos a echarnos unos tequilas este 14 de febrero para despechados" o decirte "mira we, personas como ustedes jamás he conocido", para decirte toda la verdad por más dura y fría que sea, para apoyarte en toda situación. En fin, van a estar ahí para hacerla de psicólogos y de alguna manera u otra lograrán levantarte.

Inspirado en los amigos con los que compartí las anécdotas y frases mencionadas anteriormente. Gracias a todos.

Battery.

Días de lluvia

Hoy me levanté y como desde hace dos semanas, está nublado. Y como cada día desde hace dos semanas, no estás conmigo. Tomo un baño, me cambio, bajo a desayunar y no estás. Salgo a tomar el transporte público, solo.  Subo, sin ver a los pasajeros, los saludo cordialmente y me contestan –Buenos días.-, le pago al chofer y esperanzado volteo a “buscar un lugar”, cuando en realidad te estoy buscando a ti, tus ojos, tu sonrisa, tu cabello. Cuando me doy cuenta de que no estás ahí, desilusionado me siento en el rincón de la camioneta, junto a la ventana y comienzo a ver pasar las cosas, los coches, a las personas y sigo sin encontrarte.
                La lluvia empieza. Las gotas caen y se revientan en vidrio, dejando gotas más pequeñas que se van deslizando hasta terminar en el concreto, donde se pierden.
                Después de un rato, el frío se apodera de mi cuerpo y tengo que abrigarme. Ese frío hace que te recuerde, no porque tú seas así, fría, al contrario; te recuerdo cálida, amable, carismática, bella, como siempre fuiste. Es entonces, cuando el frío se disipa y mi abrigo comienza a pesarme. Me lo quito justo antes de bajar de la combi. Sigue lloviendo, cuando estoy frente a la puerta esperando que el chofer la abra, una señora me pregunta -¿No te vas a poner la chamarra, mijo?-, a lo que respondo, -No señora, gracias. No la necesito-… 

Rodrigo.