jueves, 16 de febrero de 2012

Días de lluvia

Hoy me levanté y como desde hace dos semanas, está nublado. Y como cada día desde hace dos semanas, no estás conmigo. Tomo un baño, me cambio, bajo a desayunar y no estás. Salgo a tomar el transporte público, solo.  Subo, sin ver a los pasajeros, los saludo cordialmente y me contestan –Buenos días.-, le pago al chofer y esperanzado volteo a “buscar un lugar”, cuando en realidad te estoy buscando a ti, tus ojos, tu sonrisa, tu cabello. Cuando me doy cuenta de que no estás ahí, desilusionado me siento en el rincón de la camioneta, junto a la ventana y comienzo a ver pasar las cosas, los coches, a las personas y sigo sin encontrarte.
                La lluvia empieza. Las gotas caen y se revientan en vidrio, dejando gotas más pequeñas que se van deslizando hasta terminar en el concreto, donde se pierden.
                Después de un rato, el frío se apodera de mi cuerpo y tengo que abrigarme. Ese frío hace que te recuerde, no porque tú seas así, fría, al contrario; te recuerdo cálida, amable, carismática, bella, como siempre fuiste. Es entonces, cuando el frío se disipa y mi abrigo comienza a pesarme. Me lo quito justo antes de bajar de la combi. Sigue lloviendo, cuando estoy frente a la puerta esperando que el chofer la abra, una señora me pregunta -¿No te vas a poner la chamarra, mijo?-, a lo que respondo, -No señora, gracias. No la necesito-… 

Rodrigo.

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